Misterio y Arte en mi estudio de pintura
Hace muchos años, en un pequeño pueblo de la Carballeda, un lugar donde la naturaleza guardaba secretos ancestrales y misterios insondables. En esos parajes, se contaban historias de seres extraordinarios y sucesos sobrenaturales que desafiaban la comprensión humana. Existía una leyenda que giraba en torno a un misterioso cubo de hierro. Se decía que este cubo, forjado por un hábil artesano en tiempos ancestrales, tenía el poder de otorgar buena suerte a quien lo poseyera o incluso solo lo viera una vez en su vida.
La historia comenzó con un humilde herrero llamado Basi, quién pasaba sus días martilleando el metal para dar forma a objetos de uso cotidiano en el pueblo. Una noche, mientras descansaba bajo la luz de la luna, tuvo un sueño revelador en el que una voz ancestral le hablaba del legendario cubo de hierro y de su poder para cambiar el destino de aquellos que lo encontraran.
Intrigado por el sueño, Basi decidió emprender un viaje en busca del cubo. Durante semanas recorrió valles y atravesó ríos, enfrentándose a peligros y desafíos, hasta que finalmente llegó a una cueva oculta en lo más profundo del bosque. En el interior de la cueva, iluminado por una débil luz que se filtraba entre las grietas de la roca, yacía el cubo de hierro, brillando con un fulgor misterioso.
Al contemplar aquel objeto antiguo, Basi sintió una sensación de asombro y reverencia. Sin dudarlo, tomó el cubo entre sus manos y regresó al pueblo. Como hábil herrero cambió el aspecto del cubo para que no fuera reconocido.
Desde entonces, los vientos de la suerte comenzaron a soplar a su favor.
Con el tiempo, la leyenda del cubo se extendió más allá de las fronteras del pueblo, atrayendo a viajeros y buscadores de fortuna de todas partes. Cada uno que llegaba, tenía la oportunidad de ver el cubo y experimentar un destello de suerte que los acompañaría para siempre.
Pero la verdadera lección de la historia no radicaba en la posesión del cubo, sino en el poder de la creencia y la voluntad para perseguir los sueños. Aquellos que creían en la magia del cubo encontraban la suerte no porque el objeto tuviera un poder inherente, sino porque su fe les guiaba hacia acciones que les conducían al éxito.
Así, la leyenda del cubo de hierro perduró a lo largo de los años como un recordatorio de que la suerte, en última instancia, reside en nosotros mismos, y que la verdadera fortuna se encuentra en el coraje para seguir nuestros sueños y en la capacidad de creer en nuestra propia fuerza para hacer que se hagan realidad.
¡Ven y explora mi estudio de pintura, donde la historia se entreteje con el arte.
Más allá de los pinceles y lienzos, aguarda un cubo ancestral, donde los secretos ancestrales guardan a aquellos lo bastante valientes para buscarlos!»
Eva Lobato
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